Tatéi N+‘ariwame, liberan las serpientes de agua

Tatei Nuariwame Releases the Rain Serpents - José Benítez Sánchez, 1980


“Tatéi Ni‘ariwame, Nuestra Madre Mensajera de las Lluvias, es sujetada al centro de la tierra (‘ixriapa) por Nuestros Bisabuelos, Tatutsima, quienes fueron los progenitores del mundo. Los brazos de Ni‘ariwame están conectados por Nuestros Bisabuelos, mientras su mano izquierda recibe un ramo de cempasúchil de Tuamuxawi, el primer cultivador y antepasado masculino que escapó al diluvio que destruyó el mundo anterior. Tuamuxawi está detrás de Takutsi Nakawé, Nuestra Bisabuela del Oído Hueco, quien es la esencia primordial oracular femenina de Nuestras Madres. La flor que tiene Takutsi en su mano fue inyectada a su matriz, dando a luz a Xiráunime”.

Tatéi Ni‘ariwame está detenida por dos discos redondos de piedra (tepárite) que muestran cómo está sujetada al centro del mundo. Los discos representan un punto de anidamiento entre el Inframundo y los Cielos. Mientras que Ni‘ariwame es detenida, da a luz a Xiráunime (visto dentro de su matriz) y sus cabellos se transforman en serpientes. Las serpientes se transforman en lluvia y rocío que ascienden a los cielos y se transforman en ríos en la tierra. Los pezones oculares en su pecho (a un costado de las piernas del embrión) igualmente sueltan su leche como gotas de lluvia en las cuevas sagradas donde nace Xiráunime. Abajo, su orina es soltada hacia ojos de agua y lechos desde su hogar sagrado donde hoy en día reside. Allí fue transformada al dar a luz a Xiráunime, cuyo cuerpo se convierte en su calavera y su orina se convierte en su costillas.

Por otro lado, su madre, Tatéi ‘Utianaka, la antigua Madre de la Tierra, los Ríos y los Peces, es identificada sólo por sus ojos que aparecen en el centro superior (justo por debajo de la orilla del cuadro), una boca y dos mejillas (retratadas como caras). Tatéi ‘Utianaka esparce las aguas de su hija Tatéi Ni‘ariwame, representada aquí como dos serpientes de lluvia que salen como espiral por debajo de las mejillas de Tatéi ‘Utianaka. 

El ser que parece lechuza en la parte inferior central del cuadro, es Tatéi Yurienaka, Nuestra Madre que Sobrevive de sus Propias Venas (la tierra), dentro del cual Xiráunime apareció seminalmente, antes de ser transportado del Inframundo debajo del núcleo de la tierra, a través del eje de una flecha (el símbolo masculino de la vida representado aquí cruzando la cabeza de Tatéi Yurienaka), hacia Tatéi Ni’ariwame, quien lo parió mientras estaba sujetada a la tierra. Las lluvias emergen y corren de la cresta de la flecha en forma de serpientes, que son como serpientes subterráneas. 

En el cuadrante superior derecho del cuadro, aparece Xapawiyemetá, la región de Nuestra Madre de las Aguas del Sur donde terminó el Gran Diluvio. Aquí Tatéi Xapawiyeme aparece como un pájaro para anunciar el Gran Diluvio. Debajo de ella sube la parra de la flor de calabaza, xewá, que es el fruto de las lluvias. Detrás de la flor de calabaza, aparecen las nubes de lluvia encarnadas por Xikiakame (el Niño Calabaza) y Tatéi Xapawiyeme. La forma a lo alto que parece una llama, representa a los antepasados quienes fueron congelados en rocas (los esqueletos del mundo). Debajo del campo azul del Diluvio (donde Tuamuxawi y Takutsi Nakawé están caminando en el agua), emergen plumas y líneas ondulantes que representan la eventual evaporización del Diluvio.

Nuestra Madre Mar, Tatéi Haramara, se encuentra sentada en una silla dentro del cuadrante inferior derecho del cuadro. De sus pies surge la serpiente del océano, mientras que su lugar sagrado en el mar (una isla rocosa llamada Waxiewe) se encuentra directamente detrás de su asiento. Su aliento se transforma en forma de serpiente con piernas y brazos, y enseña la transformación de la espuma de mar, ascendiendo desde allí hacia los picachos más altos de las montañas donde se guarda la humedad (aquí representada como otro antepasado que se ha transformado en un picacho). Entre Tatéi Haramara y su aliento aparece Tamatsí Wawatsari, Nuestro Hermano Mayor de Astas Grandes, quien es el espíritu del Árbol del Viento en las Montañas. Tatutsí Maxa Kwaxí, Nuestro Bisabuelo Cola de Venado, está conectado a la cola de la serpiente de mar. Sujeta a Tatéi Ni‘ariwame en su lugar ya que supervisa los movimientos de las lluvias en la creación del mundo, dando ordenes a sus transformaciones.

En el cuadrante inferior izquierdo del cuadro, la figura antropomórfica de Nuestra Madre Serpiente Blanca, Tatéi Kutuxame, camina hacia abajo por el camino de chaquireado de agua de Tatéi Ni‘ariwame. Es transformada en la serpiente que es el camino principal del río en la sierra wixárika, rompe las piedras debajo de sus cañadas y sale por el Océano Pacífico. La expiración eventual de Tatéi Kutuxame precede su apoteosis como Tatéi Haitsi Kipiri, Nuestra Madre Alma de Rocío, que asciende en forma de serpiente, y suelta agua de su falda. Tatéi Haitsi Kipiri viaja al Norte (‘Utata) donde se convierte en la Madre de las Lluvias del Norte. A su costado izquierdo tiene a Tsakaimuka, Padre del Sol Poniente, y a su derecha tiene a Tamatsí Páritsika, Nuestro Hermano Mayor Maestro de la Caza. Sujeto al margen inferior está Tsakaimuta en su lugar sagrado, mientras que el área azul corresponde al ojo de agua sagrado cercano a Tatéi Kewimuka, Nuestra Madre de las Lluvias del Occidente. La figura en zigzag en la esquina inferior izquierda simboliza el relámpago de Xiráunime. Mientras que las lluvias brotan de su cabeza, relámpagos en forma de Xiráunime son descargadas de su pecho. 

Arriba del cuadro, en el área inclinada roja están los Tamatsima, aquellos que son como Nuestros Hermanos Mayores, representados sumergiéndose en el ojo de agua oriental llamado Tatéi Matinieri. Se bautizan, asumen sus nombres sagrados y se transforman en dos venados que aparecen encima de ellos en la tierra sagrada del oriente, Wirikuta. Aquí, reciben la vida espiritual (flores amarillas) y escuchan las palabras de los antepasados en el viento (línea que conecta ojos de agua en el margen superior).

Los insectos circulando la jícara sagrada (al centro izquierda del cuadro) son los mensajeros insectos de Tatéi Ni‘ariwame que anuncian la venida de las lluvias. Están todavía conectados con el pulso de sus tobillos y de sus muñecas, y no están siendo aún dispersados por la tierra.

Observaciones generales: hay cuatro pares de nierikate, en pares, simultáneamente dirigidas al Oriente y al Occidente, al Cielo y al Inframundo, a la vida y a la muerte. Abajo, a un costado de Tatéi Yurienaka, hay dos pequeños nierikate ubicados debajo de la superficie de la tierra. Éstas están labradas de piedra volcánica y llamadas tepárite (representadas como un par de círculos con circunferencia cerrada). La memoria (‘iyari) es vaciada dentro de este mundo a través de los tepárite (representados como el par superior central de discos cerrados) que son sujetados a su cuello y guardados dentro de jícaras grandes sujetadas a su vientre. En la parte superior del cuadro, nierikate en la forma de caras aparecen como las mejillas de Tatéi ‘Utianaka, Nuestra Madre de la Tierra, de los Ríos y de los Peces.
 

Explicación y traducción por Juan Negrín según la grabación con José Benítez Sánchez.
Fotografía y texto ©Juan Negrín 1974 -2024, Derechos digital e empresa reservados. 

Año de creación
1980
Material del objeto
Materiales y técnica
Hilo de lana prensado en cera de abeja pura sobre madera contrachapada con marco de madera
Dimensiones
Anchura
1.22m.
Altura
1.22m.