Aprendiz y filósofo: el acervo wixárika de Juan Negrín

Taller de telares en la comunidad de Tuapurie

En 1982, un escritor francés, Jean-Paul Ribes, viajó a México para escribir un artículo para la revista Actuel1 sobre el chamanismo y los psicotrópicos, tomando a los wixaritari (huicholes) como ejemplo de uno de los últimos pueblos chamánicos vivos. Por entonces, mi padre, Juan Negrín Fetter, figuraba como uno de los principales estudiantes de la cultura y el arte wixárika, por lo cual le llegaban solicitudes por parte de académicos, funcionarios y psiconautas con la esperanza de que él les pudiera facilitar un vínculo con las comunidades wixaritari. Mi padre apenas llevaba unos diez años trabajando con artistas wixaritari en Jalisco y Nayarit, pero en ese lapso de tiempo había logrado crear amistades íntimas con varias familias, asesoró brevemente al Instituto Nacional Indigenista y había unido su interés por el arte con la defensoría territorial de los wixaritari ante la deforestación y otras amenazas contra la autonomía de este pueblo originario.

Para septiembre de 1982 se publicó la crónica de Ribes, en la que acompaña a Negrín a la Sierra Madre Occidental, a la comunidad de Tuapurie (Santa Catarina Cuexcomatitlán) con la esperanza de aprender algo sobre las prácticas espirituales de los wixaritari. Fiel a su temprana politización a raíz del exilio republicano español dentro del cual nació, mi padre no dejó que se le escapara la oportunidad para hablarle al visitante francés sobre la política regional, antes de pasar a temas más esotéricos: 

—Las cosas van muy mal, ¿sabes?; los huicholes están amenazados. Es por eso que acepté verte. Para que lo platiques en Francia. 
—¿Qué? Vengo a encontrarme con chamanes y me habla de política… (Ribes, 1982: 135) 
A Negrín el arte wixárika lo había cautivado y estaba convencido de que ese medio podía servir al propósito de acercar un público nacional y global a la cultura wixárika, con el objetivo de concientizarlo sobre el estado político y social en el que se encontraba este pueblo originario. 
Juan duerme poco. Se duerme a las seis de la mañana. Pasamos la noche platicando.

Conforme más me explica, se me complica más. No logro seguir el mapa del mundo huichol. Todo se duplica, triplica, cuadruplica; la lengua huichola misma —jamás seriamente estudiada— es un reflejo. Las mismas palabras significan cinco o seis cosas diferentes, y conté hasta veinticuatro formas de identificar un solo objeto. Para distender la atmósfera, Juan me cuenta los tropiezos de aquellos que han querido estudiar a los huicholes. ¿Que si esas creaciones de antropólogos en los libros me parecieron serias? “¡No lo creo!”: siguieron las peregrinaciones en auto, y cuando llegó el momento de consumo ritual del peyote, dieron el pretexto de un fuerte dolor de cabeza para poder retirarse (Ribes, 1982: 135).

A lo largo de 44 años Juan dedicó sus esfuerzos a la compilación de datos sobre el idioma, la historia oral, el arte sagrado y contemporáneo, así como los rituales del pueblo wixárika. Comenzando con el arte y siguiendo con la defensoría territorial a través de proyectos productivos autónomos, esta labor ha legado un acervo singular sobre la cultura wixárika. Los escritos de Negrín abarcan cuadernos, agendas, borradores múltiples escritos a mano y a máquina, pero también dejó centenares de audios, principalmente conversaciones con los artistas y ancianos kawiterutsiri,2 en donde se profundizan conceptos medulares de la cosmovisión wixárika.

Sus escritos y pensamientos se expresan con la misma versatilidad en español, inglés y francés, lenguas que había aprendido de forma íntima como resultado de la diáspora dentro de la cual nació como hijo de un refugiado español y una estadounidense. Su biografía le permitió el privilegio así como el reto de vivir sin nación. No obstante, siempre añoró arraigarse, y México no sólo fue el país de su nacimiento sino que, específicamente la Sierra Madre Occidental, el mar a su occidente y el desierto a su oriente le brindaron una raíz singular en toda una región del país. 

En una entrevista de 1993 para una revista de arte en California, The Secret Alameda (tsa), Juan relata cómo su interés por los cuadros de estambre elaborados por jóvenes artistas wixaritari a partir de la década de 1960 lo llevó a un acompañamiento de los artistas que se enlazó con su propio descubrimiento filosófico.

tsa: Hay algo de los huicholes que te marcó profundamente y que sentiste que era de gran importancia para el mundo… y me pregunto si puedes describirme lo que has visto que has valorado tan profundamente.

jn: Pues creo que me fue obvio desde un principio en su arte… especialmente viendo la poca consideración y el poco interés que se le daba, viendo lo despreciado y poco valuado que era. Comencé a ver que estaban haciendo cosas en el arte que eran sumamente llamativas y que impresionaban a personas de todo el mundo. Me di cuenta, siendo yo mismo artista, que las formas y los significados de estas formas como símbolos, como un especie de ideografía personalizada por cada artista de alguna manera no había alcanzado un foro internacional. Y era una expresión nueva de arte para los huicholes mismos. Habían adoptado un nuevo medio como el estambre de colores que estaba disponible… y usaban símbolos sagrados para crear obras que eran desacralizadas en el proceso. Se venderían [las obras] a personas desconocidas o a través de los franciscanos mismos, los misioneros que intentaron con tanto esfuerzo evangelizar al huichol. Entonces, aunque los huicholes estaban enfrentando tantas barreras, seguían produciendo trabajo que era extraordinario desde un punto de vista visual. Así que me dediqué a tener contacto directo y coparticipación con aquellas personas que demostraban un fuerte potencial artístico. Estaban constantemente creando nuevas formas y tenían un sentido intuitivo de lo que es estéticamente bello en un sentido universal. Además solían, curiosamente, estar en mayor contacto con su propia cultura a pesar de ser exiliados de las montañas. Sentían una inquietud por el nexo religioso de su cultura que habían dejado atrás. Y así me quedó claro que también teníamos un tema sociológico aquí, o un tema psicológico, en el que estos huicholes estaban creando arte que hasta cierto punto justificaba su lugar, o para concretar su lugar en el mundo. No se sentían en casa en el ambiente mexicano, pero se habían adaptado tanto a él que no se sentían en casa en la sierra huichola tampoco. Su arte era un lenguaje que les era peculiar. El significado detrás de los cuadros de estambre… conforme fui conociendo más a los artistas… empecé a ver que había una mitología que era extraordinaria en su anchura, y también en su profundidad. Pude comprender esto cada vez mejor al participar con los artistas en la exploración de su tierra y en la búsqueda de su cultura. Hice esto, hasta cierto punto, con ellos… porque algunos de ellos regresaban por vez primera a lugares en las montañas, a lugares sagrados, por primera vez desde la preadolescencia… y seguido los acompañaba (entrevista con Richard Whittaker para The Secret Alameda, agosto 24, 1993. Oakland, California, traducido del inglés por D. Negrín).

Como alguien que había vivido entre varias culturas, Juan se sensibilizó ante la condición existencial en que se encontraban los artistas wixaritari que se habían “exiliado” de las comunidades serranas. Juntos conocieron sitios sagrados desde la costa de Nayarit hasta el semidesierto del altiplano potosino y observaron de cerca la inmensa geografía serrana que Fernando Benítez había descrito unos años antes en La tierra mágica del peyote (1968):

Los bosques y los abismos son manchas y grietas oscuras, las lomas y los puertos, texturas pajizas, los ríos en el fondo de los barrancos han cesado de correr y sobre esta peñolería, sobre este laberinto de rocas, se imponen, allá lejos, los tonos aperlados, los azules transparentes y los violetas líquidos de las sierras distantes (Benítez, 1968: 15).

En colaboración con esos maestros del arte wixárika, Juan buscó describir y comprender cómo la geografía era el trasfondo de una historia oral y de una mitología anclada en antepasados que representan las distintas coordenadas del territorio mismo. Estos andares se hacían como aventuras entre compadres y a veces en compañía de sus familias. Con su cámara, Negrín captó “los azules transparentes y los violetas líquidos” de la Sierra Madre Occidental, así como los rojos, azules y amarillos radiantes de la vestimenta y de las ceremonias. A veces, también fotografió las avionetas del gobierno, los franciscanos en una visita fugaz o los árboles marcados para la tala que realizaban fuereños.

Durante los primeros años de este encuentro, las comunidades wixaritari estaban siendo incorporadas a la maquinaria del Instituto Nacional Indigenista (ini) y proyectos regionales de desarrollo. Para 1960 se estableció el Centro Coordinador Indigenista Cora-Huichol con los objetivos de la asimilación cultural, económica y política (Reed, 1972: 54) y durante las décadas de 1960 y 1970 se echó a andar de forma dispareja el Plan Huicot como parte de los proyectos infraestructurales del Plan Lerma. El Plan Huicot operaría en la región huichola (wixárika), cora (náayeri) y tepehuana (o’dam ñi’ok) sobre la base de la noción de que estas comunidades “se han mantenido en los márgenes de todo progreso humano, y viven bajo niveles primitivos” (Plan Lerma, 1966: 9). 

Pocos años después de comenzar su trabajo sobre el arte y la cultura wixárikas, Juan fue invitado como uno de varios expertos para ser consultados por el ini, pero pronto decidió no seguir prestando sus servicios en una serie de proyectos que estaban basados en el desprecio de conocimientos y prácticas indígenas. Fue precisamente en esta encrucijada que la comunidad de Tuapurie nombró a Juan como un representante no wixárika de la comunidad (1979-1984) y así comenzó su trabajo de defensoría de la autonomía territorial y cultural wixárika. En una ponencia presentada el 12 de diciembre de 1987 en Fresnillo, Zacatecas, se aprecia su crítica de los proyectos gubernamentales:

Todo ello es demasiado sutil y complejo para resumirse en una ponencia. Más que nada debemos conocer la realidad a fondo, antes de dictaminar cómo la vamos a mejorar. Si partimos de una mentalidad que clasifica al huichol como un menor de edad, un individuo ignorante y un hombre medio salvaje, sin cultura, no haremos más que destruirlo a través de nuestro menosprecio, el cual sí está basado en nuestra propia ignorancia envanecida. Si acostumbramos a llamar “huicholito” al huichol, es porque padecemos el complejo de inferioridad y lo peor es que amenazamos con pegárselo a nuestros hermanos huicholes que aún se respetan. Consideramos que en una comunidad tan marginada como Santa Catarina Cuexcomatitlán, municipio de Mezquitic, funciona a todas luces un sistema de democracia consensual y representativa que se antoja utópico al lado de las democracias modernas. Allá, las consultas con el pueblo pueden durar días y noches, el gobernante sabe que el pueblo está al acecho de sus “movidas” para ver si no aprovecha el poder para enriquecerse, puede perder el honor y el poder en pleno ejercicio de su cargo. No se conoce el caciquismo y el poder de todos, incluso de los sacerdotes, está siempre expuesto a juicio de los demás. No les vayamos a imponer autoridades a nuestro arbitrio, genéticamente huicholes pero sin el corazón, sin la cultura de su gente. No ayudemos a convertir en circo y espectáculo lo que para el huichol es importante y profundo. Ni nos erijamos en modernos inquisidores, ofreciendo alcohol y prohibiendo el peyote y la cacería ritual. Actualicemos nuestro conocimiento de su ecosistema antes de convertir reservas de fauna y flora en grandes desiertos, para satisfacer el apetito de un puño de parásitos y para convertir a los huicholes en modernos proletarios dependientes. Trabajemos para mejorar su autosuficiencia y reforzar su autodeterminación milenaria (extracto de ponencia titulada “Impacto del desarrollo sobre la cultura y la ecología de los huicholes”, 12 de diciembre de 1987).

Tras décadas de intervenciones estatales a medias y un claro declive en la ecología y los recursos naturales de la zona wixárika, Juan se sumió en los tribunales agrarios y el combate de la deforestación. También pudo entender de forma empírica la estrecha relación entre la autodeterminación política y económica y la reproducción cultural. Para 1986 Juan e Yvonne Negrín establecieron la Asociación para el Desarrollo Ecológico de la Sierra Madre Occidental (adesmo), una asociación civil dedicada a la co-creación de proyectos productivos con las comunidades wixaritari. Con el apoyo de una asociación civil estadounidense, Friends of Huichol Culture, adesmo pudo obtener fondos de Estados Unidos, México y varios países europeos para construir talleres de carpintería con hornos solares en tres comunidades y telares de manta (construidos por los carpinteros) en dos comunidades. El objetivo era fomentar la autonomía a través de proyectos sustentables que, además, alimentaban el trabajo artesanal tan singular entre los wixaritari. En 1987, Juan fue acusado por un cacique wixárika de alto renombre ante el gobierno del estado de Jalisco de talar el bosque, pero a falta de pruebas y con el respaldo de las comunidades wixaritari, Juan ganó el juicio, no sin antes ser defendido públicamente por Fernando Benítez en una opinión publicada en La Jornada el 16 de marzo de 1988. Lamentablemente, a pesar del éxito que tuvieron estos proyectos, el ini rechazó la competencia que les hacía una asociación civil y los talleres fueron desmantelados para mediados de los 90. 

A pesar de las duras batallas políticas y los esfuerzos para brindar servicios a aquellos compañeros wixaritari que llegaban a su casa en Guadalajara, Juan nunca dejó de estudiar la cosmovisión, el idioma y la cultura wixárika. Curiosamente, el interés que Juan había cultivado desde temprana edad por las religiones y filosofías comparadas se vio estimulado gracias a su largo estudio de la filosofía religiosa wixárika. La experiencia del sacrificio requerido para conocer el caminar de los mara’akate (chamanes) y kawiterutsiri sirvieron para fortalecer el diálogo intelectual que mantuvo en sus varios escritos sobre los paralelos y las diferencias entre preceptos religiosos wixaritari y aquellos derivados del cristianismo y el budismo, entre otras filosofías.

Cualquier estudioso de la religión recordará aquí el concepto del “Ying-Yang”, donde Dios es la unión igualitaria de los dos sexos. También leemos en el primer capítulo de Génesis que Dios se manifestó entre nosotros como hombre y como mujer, aunque estemos acostumbrados a figurarlo como hombre inmortal. Lo que llama la atención es que para los huicholes las acciones de los hombres en el ejercicio de la religión atraen consecuencias muy concretas a corto plazo. Se reflejan en el ciclo de las lluvias y la producción del campo, en la cacería y el bienestar en general. Es una religión a la vez existencialista y empírica.

Lo anterior resulta particularmente evidente en su sistema político tradicional y en la peregrinación al oriente, aunque ambos están perdiendo nitidez o claridad y están muy relacionados. El grado de conocimiento adquirido por los peregrinos que han cumplido exitosamente con sus metas se vuelve muy pronto una carga. Acaban obteniendo prestigio y poder entre sus compañeros, pero tienen que recitar cantos que pueden durar varios días y noches sin interrupción. Dichos cantos desarrollan toda una historia sagrada relacionada con el acontecimiento correspondiente. Según los huicholes, esto sólo se puede realizar después de recorrer cuidadosamente los senderos que conectan los lugares sagrados. Tales conocimientos no se pueden lograr memorizando y repitiendo enseñanzas de tipo escolar. Quienes parezcan haber logrado mayores conocimientos son eventualmente escogidos, en reuniones secretas, por los chamanes más establecidos para servir durante un año sin pago como gobernadores tradicionales, “Tatoani”. Dicho cargo era considerado tan penoso que muchos candidatos preferían huir de su comunidad si les llegaba información que verse obligados a aceptarlo. Recuerda los preceptos de Jesús (San Marcos X, 43 y 44): “el que quiera ser grande entre ustedes deberá servir a los demás, y el que entre ustedes quiera ser el primero deberá ser el esclavo de los demás” (versión inédita “Reflejos de una cultura: el costumbre huichol”, marzo 11 de 1995) 

El pensamiento que Negrín cultivó a lo largo de sus más de cuarenta años de diálogo con la cultura wixárika se materializó no sólo en su colección de cuadros, esculturas y grabaciones, sino que se expresó a través de su fuerte convicción del servicio a las comunidades wixaritari en la sierra, en la costa y en las ciudades. Siguiendo las enseñanzas de los ancianos, Negrín se lanzó con ánimo y pasión por un camino forjado por el sacrificio y las fortunas que germinarían de este mismo sacrificio.

Bibliografía
Benítez, Fernando (1968). En la tierra mágica del peyote. México: Era, Serie Popular. 
Estados Unidos Mexicanos, Poder Ejecutivo Federal (1966). Plan Lerma de Asistencia Técnica: Operación Huicot. 
Reed, Karen (1972). El ini y los huicholes. Mexico: Secretaría de Educación Pública; Instituto Nacional Indigenista. 
Ribes, Jean-Paul (1982). “8 Jours de marche pour retrouver le début du monde”, en Actuel, núm. 35, septiembre, pp. 128-138.

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