En México, el tráfico del peyote es un delito sin castigo

Al sur de Texas, en el condado de Jim Hogg, Estados Unidos, Javier Martinez y sus dos perros son los encargados de cuidar casi 250 hectáreas con más de 3 mil peyotes que protege para los miembros de la Iglesia Nativa Americana.

A menos de 8 horas, en San Luis Potosí, México, está el Cerro del Quemado, sagrado para los Huicholes, y lugar de peregrinación para recolectar el peyote que protege del tráfico ilegal, Mario Muñoz.

Muñoz es presidente de la Unión Wixarika de Centros Ceremoniales, Jalisco, Durango y Nayarit. 

Tanto los Wixárika o Huicholes en México, como los miembros de la Iglesia Nativa Americana (NAC, por siglás en inglés) en Estados Unidos, son los únicos autorizados legalmente para portar y consumir peyote con propósitos ceremoniales en sus países porque ambos lo consideran un sacramento.

Pero los dos advierten que el tráfico ilegal y la creciente disminución de su población, la mantiene en amenaza en estado silvestre.

“Hemos sido testigos de que ha sido objeto de saqueo por personas que no son indígenas. Desconocemos qué organizaciones o grupos sean, pero ya se están acabando el Hikuri (peyote)”, dijo en entrevista para este reportaje, Mario Muñoz, presidente de la Unión.

El consumo de peyote, también conocido como Hikuri para los Wixárika o Lophophora Williamsii para la comunidad científica, ha sido controlado por ambos países al contener mescalina.

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