IMPACTO DEL DESARROLLO SOBRE LA CULTURA Y LA ECOLOGÍA DE LOS WIXARITARI

Por Juan Negrín Fetter
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México puede hacer alarde de su respeto hacia las culturas indígenas por el simple hecho de que subsista en el Norte de Jalisco la vigorosa cultura de las tres tribus huicholas (Wixaritari) medulares (Tuapurie, Wautia y Tatei kié). En realidad, el huichol (wixárika) no ha mostrado muchas ganas de ser ‘descubierto’ por el  mundo de afuera, del que desconfía grandemente. Prácticamente los únicos que mostraron un interés continuo en los huicholes (wixaritari) hasta la década de los 70 fueron los franciscanos y sus vecinos mestizos de los municipios de Bolaños, Mezquitic y Huejuquilla el Alto. Los misioneros pusieron las primeras escuelas en Santa Clara, Huaixitita y Guadalupe Ocotán (el último pueblo está en Nayarit, pero todos pertenecen a la tribu (comunidad) de Tatei  Kie; se construyeron pistas rudimentarias de aterrizaje para vincular estos puntos de contacto con Guadalajara y Tepic. Los vecinos ganaderos, también marginados de cualquier contacto vial con el resto del Estado, rentaban pastizales de las comunidades huicholas (wixaritari) durante el temporal seco. Casi todo el comercio era llevado a cabo por los arrieros locales.

 

Durante el sexenio del licenciado Luis Echeverría Álvarez, el Plan Huicot crea una infraestructura que le permitió al Gobierno tener contacto efectivo con los huicholes (wixaritari). Se construyeron clínicas, escuelas-albergue, pistas y tiendas CONASUPO, con todo el esfuerzo de integración centrado en Tepic. Sin embargo, el punto culminante fue marcado en 1976, cuando, encontrándome por casualidad en San Andrés, cabecera de la tribu (comunidad) de Tatei Kie, el primer camión de la S.A.H.O.P. penetró hasta este lugar, vinculando por tierra la franja noroeste del territorio huichol (wixárika) con Huejuquilla el Alto. Desde entonces, la brecha principal ha sido extendida hacia el poniente para conectarse, en las altas cumbres de la Mesa del Nayar, con otra brecha que sale de Ruiz, Nayarit. Hasta la fecha, este camino ha servido principalmente para sacar madera de la región tepehuana de Canoas, Durango.

A partir del sexenio pasado,  durante el programa COPLAMAR, se consolida la penetración vial de la Sierra Madre Occidental en el Norte de Jalisco, con la colaboración de las compañías madereras que buscan explotar la madera en la ceja de la Sierra que domina los cañones del rio Bolaños al oriente y del Chapalagana, vértice central del territorio huichol, al poniente. Los primeros contratos madereros son realizados en Barranca del Tule y los Amoles, cuyos  terrenos habían sido quitados a los huicholes de Wautia pocos años antes. En 1979, los huicholes (wixaritari)de Tuapurie fueron amenazados con perder el área boscosa que se extiende a lo largo del camino entre los Amoles y Tenzompa con rumbo a Huejuquilla el Alto. Se les informa en el Departamento de la Reforma Agraria que sí contratan el bosque con alguna compañía maderera será más fácil conservar intactas sus tierras comunales y se habla mucho de la posibilidad de confiscar tierras ociosas. Afortunadamente, conseguimos apoyo en la Secretaría de la Reforma Agraria y se puso a salvo cerca de la quinta parte del territorio de la Comunidad de Santa Catarina. Hasta la fecha casi todos los vehículos que utilizan esta brecha son camiones troceros, pasando por el pueblo de Tenzompa que fue huichol (wixárika) hasta principios de este siglo.

En verdad, las carreteras son la marca indiscutible del desarrollo osea de la integración económica, política y social de las zonas marginadas. Esto requiere de una pausa para reflexionar sobre lo que ha significado dicho desarrollo, cuyas consecuencias no son siempre positivas, en particular cuando no se prevén  sus efectos sobre el ecosistema y la cultura - que reflejan la calidad de vida de sus habitantes autóctonos. Lo primero que resalta de los huicholes (wixaritari) es que a lo largo de su historia han sentido una singular confianza en su forma de vivir y de pensar, lo cual les ha permitido seguir costumbres de índole prehispánica en un mundo aparte. Ni siquiera el catolicismo ha podido prevalecer sobre las creencias y las prácticas de los huicholes (wixaritari); sus antepasados sagrados no han adoptado ni la apariencia, ni el verbo de la virgen o de los santos de la Iglesia.  La Sierra Madre ha sido hasta ahora un refugio impregnable para sus orgullosos habitantes. Ellos bajan de vez en cuando para sumarse a los pobres peones que cosechan y ensartan el tabaco en la costa de Nayarit. Sufren la explotación, no tanto a nivel económico, sino físico al ser expuestos a los efectos de los pesticidas, a menudo sin la menor protección. Se ven discriminados y menospreciados, lo cual se trata de olvidar en la cantina. Pero lo esencial es que, llegado el momento, vuelven a su tierra donde recobran su dignidad en la libertad de su tierra herméticamente cerrada. Allí cualquier extraño, puede caer en el cepo de la comunidad con la misma facilidad que el huichol (wixárika) es privado de su libertad cuando molesta a la gente civilizada o sea urbanizada. El desarrollo no debe privar al huichol (wixárika) de su amor propio fincado en el aprecio que tiene de su cultura y la adoración que siente hacia las fuerzas de la naturaleza.

Como tantos otros indígenas de América, los huicholes (wixaritari) han protegido la integridad de su medio ambiente, al conservarlo como una reserva de la fauna y la flora salvajes. Estamos conscientes que los intentos del Gobierno para desarrollar la zona han sido bien intencionados y es lo que nos arma de optimismo ante consecuencias nefastas. Un estudio inicial de la zona boscosa de Santa Catarina, llevado a cabo por el Dr. Enrique Estrada Faudón, demuestra que una tala comercial de los pinos que flaquean el camino al sur de los Amoles conllevaría un desastre ecológico a  corto plazo. La delgada capa de tierra que cubre el monte sería arrastrada  por las lluvias, el agua freática se secaría en una región de por si semi-árida y los  endebles pinos susceptibles de ser talados ya están en su mayoría plagados. Sin embargo, el maderero tiende a llevarse los pocos pinos sanos aun cuando se le extienden permisos para ‘madera muerta’. Por otra parte, algunos estudios dasonómicos, como uno que hizo San Andrés durante el sexenio pasado, tienden a duplicar la cantidad de madera en pie, permitiendo así una extracción abusiva de los árboles. Algunas de las áreas boscosas que antes se rentaban por temporadas a los ganaderos vecinos son ahora zonas donde se establece en forma permanente el ganado que proviene de créditos del Banco Rural. Queda prohibido  el alquiler de pastizales, el cual antes servía los intereses tanto de mestizos como de comuneros indígenas.  Quizás por eso ha sido invadido el predio huichol denominado Los Órganos, el cual hasta hace dos años era reconocido como parte de la comunidad de Santa Catarina. No cabe duda que le conviene al huichol (wixárika) establecer una presencia activa de todos los rincones de su territorio, bajo pena de perderlo todo. Sin embargo,  los esfuerzos que se hacen para explotar sus recursos deben de tomar en cuenta que se trata de una zona cuya ecología se ve en peligro, aún antes de una explotación moderna y eficiente. Por ejemplo, en los últimos anos el venado ha desaparecido así como el cócono y el lobo que están en vías de extinción.  La solución al desarrollo de la zona huichola (wixárika) por sus propios habitantes está en utilizar el recurso, maderero, si, pero en forma mínima e integral como lo quiere hacer la Asociación para el Desarrollo Ecológico de la Sierra Madre Occidental A.C., al capacitar a los huicholes (wixaritari) interesados como carpinteros. No como simples aserradores de tablas, pero como artesanos de la madera, lo cual está fundamentado en el bien probado talento y la inclinación del huichol (wixárika) por la manufactura de artesanías.

La belleza de éstas ha despertado admiración en gran parte del mundo occidental a pesar de lo reducido de su población. En todo caso sin haber medido las consecuencias catastróficas que pudiera tener para los futuros huicholes, una explotación extensiva de sus bosques y sin que la inmensa mayoría de ellos sepa ni de manera elemental cual es el valor real de la madera que tanto escasea en los alrededores de su zona, no es conveniente la tala por intereses forasteros.

Ante la irrupción inevitable de nuestro mundo dentro de la zona huichola (wixárika), en vista de la construcción cada día de más tramos de carretera hacia su territorio (como la que desde 1976 va de Bolaños a Tuxpan de Bolaños y Puente de Camotlán), el Gobierno ha comprendido que es necesario un gran esfuerzo enfocado a la educación de los huicholes (wixaritari). Y en efecto, cuando hace quince años, quizás la mayoría sólo hablaba bien el huichol (wixárika), parece que ahora la mayoría de los hombres habla bastante bien el español y muchos ya saben leer más o menos, lo cual es ya imprescindible. Otro aspecto positivo es que los maestros son huicholes (wixaritari) y por lo tanto saben bastante del idioma y de las costumbres de sus hermanos. El peligro ha consistido en que algunos de los maestros,  habiendo vivido durante largos periodos fuera de la Sierra, regresen a su tierra cargados de una buena dosis del complejo de inferioridad-superioridad que tanto aflige al mexicano citadino. A veces el candidato a maestro ya no se readapta a su tierra donde interrumpió el prolongado estudio participativo de los rituales nativos, pues se dedicó al estudio de nuestra cultura. Sin embargo, no suele estar tan bien preparado como el maestro urbano, quien habrá terminado más años de estudio antes de dedicarse a la enseñanza.  En fin, algunos maestros bilingües no están bien preparados ni para vivir como el mexicano medio, hacia quien se orienta la educación, ni como el huichol (wixárika) común que tiene otra perspectiva sobre lo que es adecuado para la supervivencia. Ocurre que el maestro, como los pasantes de medicina que cumplen su servicio social en las aisladas regiones de la Sierra Huichola (Wixárika), se sienta en competencia con los altos sacerdotes y curanderos locales, cuyos ritos esotéricos son a menudo incompatibles con nuestra ciencia. Tampoco es raro que el wixárika (huichol) confuso opaque la realidad de ambos mundos al abrigo del alcohol que, arrimado en camiones o camionetas, se apodera cada día más de la razón del indígena frustrado.

Pensamos que el camino constructivo debe ser guiado por el deseo de mejorar la autosuficiencia del indígena. Esto es posible con programas de capacitación que le permitan sacar a mediano plazo un mayor y más variado provecho de sus recursos naturales, y que se adecúen a sus inclinaciones culturales. Primero hay que tomar en cuenta las formas tradicionales de alimentarse y de tomas medidas colectivas. Lo que es sorprendente es que entre el maíz, frijol, la calabaza, el amaranto y el tatsi (una especie de alpiste), las bayas silvestres y los camotes de la barranca, el guamúchil y los hongos comestibles, el queso doméstico y la excelente miel que en algunos ranchos producen, los duraznos, guayabos y otros frutales introducidos en tiempos recientes, los huicholes (wixaritari) tienen la capacidad de alimentarse bien, mientras que no se dediquen al nefasto monocultivo. El monocultivo es a veces fomentado por el uso del tractor en las escazas áreas planas que, arrebatadas al bosque, son aprovechadas  por una pequeña minoría  de los habitantes.  Un aspecto digno de destacarse es que el consumo de la carne de toro y de venado suele ser colectivo, siendo ocasión de una invitación más o menos abierta a todos los familiares y vecinos del rancho o centro ceremonial,  en el que el sacrificio animal es un elemento central de la devoción del hombre hacia su contorno natural. Todo el que ahí se pare comparte el caldo y prueba la carne, el tejuino y el sotol, que no se venden como la cerveza y los refrescos. Cuando es posible,  es más sano reforzar sus valores y sus conocimientos antes de sustituirlos por otros no adaptables a sus circunstancias. Muchos costosos programas han fracasado por no tener aplicación en la zona, cuando no por falta de continuidad. Más, a veces es preferible el fracaso a la persistencia  que va contra natura.

 

Otro resultado del desarrollo en general ha sido el auge y la comercialización de las artesanías huicholes (wixaritari). Es más que nada a través de su artesanía consistente en morrales, fajas, collares, pulseras, quexquemes y trajes de manta ricamente bordada, a través de sus tablas de estambre pegado con cera de Campeche y hasta que sus sencillos ojos-de-dios, es a través de dicha artesanía tan variada, abirragada y llena de símbolos que el huichol (wixárika) nos ha vuelto un tanto conscientes del valor singular y universal de sus percepciones. Lamentablemente, su extraordinaria habilidad para expresarse en imágenes ha sido mermada por la escasez, cuando no total desaparición de materiales tan esenciales como la manta de buena calidad o el estambre de lana, tan comunes hace menos de diez años. Por el momento A.D.E.S.M.O., A.C., se está ocupando en capacitar a los huicholes (wixaritari) voluntarios en hacer su propia manta de primera con telares y urdideras fabricados en los talleres de carpintería que desarrollamos en Tatéi Kie y en Tuapurie. A juzgar por el entusiasmo y la destreza que han mostrado los capacitados, además del hecho que venden toda la manta que tejen dentro de su comunidad, es evidente que el programa responde a sus necesidades. Además revitaliza la hechura de prendas bordadas, cuya venta ocasional ha sacado de apuros a más de un huichol (wixárika). Sin embargo, la manufactura de artesanías hechas en forma serializada, exclusivamente para la venta externa, tiende a empobrecer el producto. Lo que más valoriza el producto es la apreciación que siente el recipiente y el aprecio que tenga el artesano por este. Siempre es más genuinamente bella la obra hecha para un amigo, un pariente querido; como ofrenda: va más allá de lo decorativo, organizando el simbolismo con fines de expresión y agregando la invención, inspirada en el gusto que siente el artífice por su creación.

Todo ello es demasiado sutil y complejo para resumirse en una ponencia. Más que nada debemos conocer la realidad a fondo, antes de dictaminar cómo la vamos a mejorar. Si partimos de una mentalidad que clasifica al huichol (wixárika) como un menor de edad, un individuo ignorante y un hombre medio salvaje, sin cultura, no haremos más que destruirlo a través de nuestro menosprecio, el cual si está basado  nuestra propia [ignorancia envanecida. Si acostumbramos a llamar ‘huicholito’ al huichol (wixárika), es porque padecemos del complejo de inferioridad y lo peor es que amenazamos con pegárselo a nuestros hermanos huicholes  que aún se respetan. Consideremos que en una comunidad tan marginada, como Santa Catarina Cuexcomatitlan, Municipio de Mezquitic, funciona a todas luces un sistema de democracia consensual y representativa que se antoja utópico al lado de las democracias modernas. Allá, las consultas con el pueblo pueden durar días y noches, el gobernante sabe que el pueblo está al acecho de sus ‘movidas’ para ver si no aprovecha el poder para enriquecerse, puede perder el honor y el poder en pleno ejercicio de su cargo. No se conoce el caciquismo y el poder de todos, incluso de los altos sacerdotes, está siempre expuesto al juicio de los demás. No les vayamos a imponer autoridades a nuestro arbitrio, genéticamente huicholes (wixaritari) pero sin el corazón, sin cultura de su gente. No ayudemos a convertir en circo y espectáculo lo que para el huichol (wixárika) es importante y profundo. Ni nos erijamos en modernos inquisidores, ofreciendo alcohol y prohibiendo el peyote y la cacería ritual. Actualicemos nuestro conocimiento de su ecosistema, antes de convertir reservas de fauna y flora en grandes desiertos, para satisfacer el apetito de un puño de parásitos y para convertir a los huicholes (wixaritari) en modernos proletarios dependientes. Trabajemos para mejorar su autosuficiencia y reforzar su autodeterminación milenaria.

Derechos Reservados ©Juan Negrín Fetter, 12 de diciembre de 1987 (Ponencia presentada en Fresnillo, Zacatecas)

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