Voces universitarias: trayectorias, logros y retos en el Occidente de México
Texto de co-autoría escrito para antología sobre experiencias de universitarios/as indígenas en México y Brasil. El texto fue coordinado por la Dra. Diana Negrín da Silva y escrito por Lisbeth Kupuli Bonilla (wixárika), Ana García (ñuu savi), Antonio Hayuaneme García (wixárika), Isaura García (ñuu savi), Tukarima Carrillo (wixárika), Tutupika Carrillo (wixárika), y Maximino Muñoz (wixárika). Fue publicado por E-Files en Rio de Janeiro en el año 2017 y la antología fue editada por Assis da Costa Oliveira y Lucia Helena Rangel.
De la introducción del capítulo:
"La Revolución Mexicana buscó interrumpir la continuidad del espectro colonial magnificado por los desplazamientos del proyecto modernizador de Benito Juárez y subsecuentemente acelerado por la infame mano dura de Porfirio Díaz. La revolución cuestionó el orden político y económico que fomentaba la inequidad en la tenencia de tierras, en la representación política y en los derechos de los trabajadores.
Pero este movimiento social de inicios del siglo XX también se preocupó por el tema irresuelto de la ciudadanía y la búsqueda de un sujeto mexicano dentro de un paisaje geográfica y étnicamente heterogéneo. Con la Constitución de 1917 y la eventual victoria de un ala de la revolución, varios intelectuales hicieron una nueva apuesta por la educación universal de todos los mexicanos como eje central de la creación de un sujeto fiel al nuevo gobierno revolucionario. José Vasconcelos es sin duda el personaje más emblemático de esta corriente ya que puso en marcha el aparato de la educación pública de la nación, sumándose al argumento de Manuel Gamio de que, para “forjar” una nación, todo mexicano debía ser capacitado a través de intervenciones educativas, tanto en las aulas como en los espacios laborales y en las salas de gobierno. Para esto, se formó la Secretaría de Educación Pública (SEP) en 1921, se crearon sindicatos ligados al Estado y se pintaron las paredes de los palacios de gobierno, las bibliotecas y las universidades con imágenes gloriosas del pasado mexicano y de un futuro utópico personificado por el mestizo – síntesis de la mescolanza racial y cultural.
Indudablemente, el blanco más visible de estas intervenciones eran las poblaciones originarias del país cuya permanencia cultural, territorial y política presentaba una paradoja para el Estado revolucionario que, por un lado, las consideraba parte esencial de la identidad mexicana y, por otro, identificaba esta persistencia como el mayor desafio ante la unidad nacional. La integración del indígena a la nación prometía lograrse a través de la intervención de nuevas instituciones en las comunidades autóctonas. La escuela rural fue de los primeros marcadores de este gran proyecto revolucionario.
A casi cien años de la conformación de la SEP, el legado de las intervenciones del Estado mexicano han demostrado que el aparato educativo centralizador y nacionalista no funcionó para las más de 54 etnias autóctonas del país. En el caso del occidente mexicano, las escuelas que llegaron a las comunidades fueron pocas, contando con escasos recursos, libros de textos y sistemas curriculares ajenos a las formas de conocimiento y a las necesidades de los pueblos, y con la batuta llevada por maestros mestizos de otras regiones del país, muchos de los cuales estaban pobremente capacitados para enfrentarse a la alteridad. Sin embargo, a través de las primeras generaciones de maestros indígenas (impulsado por la SEP y el Instituto Nacional Indigenista) y con una fuerte inspiración autogestiva del movimiento zapatista y el Congreso Nacional Indígena, en las últimas dos décadas han surgido una variedad de iniciativas educativas desde las comunidades.
El presente trabajo ilustra esta encrucijada histórica donde los pueblos originarios han ejercido su derecho a la educación a través de proyectos comunitarios y en colaboración con instituciones de educación superior, asociaciones civiles y el Estado. A partir de la década de 1990, el número de primarias, secundarias y bachilleratos (también conocidas como preparatorias) en territorios indígenas han incrementado, dando como resultado el aumento de universitarios y profesionistas indígenas en diversas instituciones de la república. En seguida, recontamos el camino que han tomado varios universitarios y profesionistas de pueblos originarios en las ciudades de Guadalajara y Tepic, ambas localizadas en el occidente de México.
Los varios autores de este capítulo son originarios de la etnia Wixárika (también conocido como Huichol) y de la etnia Ñuu Savi (también conocida como Mixteca), y muestran que, a pesar de tener trayectorias únicas, comparten experiencias semejantes tanto en los obstáculos que han enfrentado como en las acciones que han tomado para seguir abriendo espacios de expresión, estudio y acompañamiento en ciudades opacadas por la continuidad de imaginarios racializados que posicionan a sujetos indígenas como seres detenidos en el tiempo y en la geografía. Las voces aquí representadas expresan solo una parte de la diversidad incipiente que encontramos en las aulas públicas y privadas de educación superior. Son voces informadas por la experiencia personal de ser parte de una comunidad originaria y, a la vez, de ser parte de una colectividad interétnica que busca trascender las fronteras raciales y geográficas a través de la educación y la profesionalización. Estos son testimonios del empeño organizativo que se ha llevado a cabo entre jóvenes universitarios de pueblos originarios, especialmente a partir del 2000 cuando se vio la formación de varias asociaciones estudiantiles y profesionistas en las ciudades de Tepic y Guadalajara que buscaban facilitar el ingreso y la retención de alumnos indígenas."
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